El viernes tuve la gran oportunidad de volver a la escuela donde estudié Magisterio, hace 10 años.
Para muchos, y con razón, será poco tiempo.
Para otros, que aún estén estudiando, será mucho.
Yo siento que es un número mágico.
Un tiempo muy intenso, en el que he ido creciendo como maestra y como persona.
Estoy hablando de la escuela universitaria La Salle.
En un momento en el que yo no sabía muy bien lo que quería, como la mayoría de jóvenes de 18 años, encontré mi lugar y mi vocación, guiada por grandes personas y profesionales, que nunca olvidaré.
La vida, tan sabia, sabe llevarte al lugar exacto donde debes estar, en el momento justo.
He tenido la gran suerte de reencontrarme con algunos de aquellos profesores, cuya mirada me devuelve la fuerza de mis valores, de mis grandes ideales, de mis señas de identidad.
El amor y el respeto.
La responsabilidad. Las ganas de innovar y esforzarme.
La compasión. La mirada tierna y comprensiva, hacia aquellos que más lo necesitan.
La risa y la creatividad.
Las ganas de trabajar en equipo y hacer algo grande.
Las ganas de aprender y compartir.
Es curioso cómo, desde pequeña, siempre quise trabajar con niños, aunque mi primera idea siempre fue medicina.
Es curioso cómo vuelven a mí los recuerdos... Aquellos momentos en los que bailaba y cantaba en cada rincón de mi casa, con apenas 5 o 6 años.
Es curioso cómo recuerdo las horas que pasaba dibujando, coloreando, escuchando música...
Observando y escuchando. Aprendiendo de todo. Disfrutando de mi familia, de los viajes, de la naturaleza... Fantaseando con un millón de vidas. Un millón de escenarios.
Hoy comprendo que todo aquello me hace ser quien soy hoy.
La semana pasada, compartía con mis compañeras Sara y Alicia, mi idea para el festival de final de curso.
Algunos dirán:
¡Sí que vas lejos! ¡Queda un montón!
Y es que últimamente he vuelto a mis buenas costumbres:
- Sonreír,
- cantar,
- expresarme,
- dar cariño sincero,
- mirar a los ojos,
- abrir el corazón
- observar y escuchar
A mis alumnos, sus familias y a mi entorno en general (compañeros de profesión, familia, amigos, pareja...)
Últimamente, veo con más claridad hacia dónde se deben dirigir mis pasos. Cuál es mi meta.
Como maestra, y como persona, una debe ser consciente de sus puntos fuertes. Preguntarse...
¿Qué me gusta?
¿Qué se me da bien?
¿Cómo aprendí y aprendo mejor?
¿Qué me motiva?
Sólo desde ahí puedes ofrecer algo de valor.
Con la seguridad que te da tu esencia. Sin disfraces. Sin pretender ser algo que no eres.
Aceptando aquello que no puedes cambiar, en especial, lo ajeno a ti, y confiando en tu intuición y buenas intenciones, como hablaba en la última entrada.
Desde esa mezcla perfecta entre corazón y razón, debemos tomar decisiones para la práctica docente diaria.
Es en esta línea en la que llevo trabajando en las últimas semanas y en la que he profundizado en un curso que he realizado este fin de semana en La Salle.
"Metodologías interactivas. Inteligencias múltiples. Aprendizaje basado en proyectos"
Quiero agradecer en este punto a la organización y, especialmente, a Mónika Horch, directora del colegio Monserrat de Barcelona y a Mar Sánchez, directora del colegio Nazaret Oporto, de Madrid, por su trabajo, su compromiso, su luz, tan bonita, su buen hacer, sus palabras amables e inspiradoras y, por supuesto, su tiempo y dedicación en este fin de semana con los asistentes al curso.
Yo, que siempre me pregunto qué es lo fundamental en la escuela, me quedo con una idea por encima de todas:
La escuela es un espacio para compartir.
Un espacio para brindar oportunidades de aprendizaje.
Un espacio donde ser.
Un espacio donde, en la medida de lo posible, cambiaremos el presente y el futuro de nuestra comunidad, a mejor.
Un espacio donde se deben mimar los detalles.
Porque aprender es amar.
Porque enseñar, compartir lo que uno sabe, es también un acto de amor.
En un mundo y una sociedad sobreestimulada.
A veces, intoxicada.
La sociedad de la información y la desinformación.
Las redes sociales vs la individualidad.
El consumismo y la búsqueda de valores...
Yo me pregunto...
¿Mi misión como maestra es "enseñar"?
¿Qué puedo enseñar de valor?
Si cada uno tiene su vida y su camino. Una experiencia totalmente diferente, pero igualmente valiosa.
Todo está en los libros. Todo está en Internet.
Todo... Menos lo que está dentro de uno mismo.
La reflexión.
Las emociones.
El cariño.
La comprensión de todo lo que nos pasa y pasa a nuestro alrededor.
Para mí, ese es el gran objetivo: acompañar en ese proceso de crecimiento, de reflexión, de evolución emocional, racional, social, física...
Y con esto claro, sólo me queda ¡ponerme a trabajar!
Planificar, organizar, invitar a todo aquel que me quiera acompañar en esta aventura. En este gran viaje. Así que...
Bienvenido lector. Bienvenido maestro. Bienvenida familia. Bienvenido alumno.
Estoy deseando escucharte. O como se llama este blog "Aprender a escucharte".
Maestras como tú sois un ejemplo. Gracias por compartir tus reflexiones, Carol.
ResponderEliminarGracias a ti, por todo lo que me regalas.
EliminarTú también eres un ejemplo para mí.
Gracias por el tiempo y el cariño que me dedicas siempre, Natalia.
Estoy deseando verte y disfrutar contigo y Carmen.
Buen fin de semana, bonita.
Carol siempre que te leo,siento la necesidad de reflexionar acerca de mis propias reflexiones y vivencias. Entiendo que tu visita a tu antigua escuela te haya provocado mil y un sentimientos...lo sé por experiencia propia.Menos mal que al final decidiste hacer magisterio,yo siempre soy un poco egoísta..de ésta manera aprendemos de ti muchísimo y nuestros niños también.Hablando de la escuela y la importancia que tiene,yo creo que es el lugar más seguro para los chicos,ya que tienen todo al alcance de su mano.Están rodeados de conocimiento,cultura,conocimiento y lo más importante,de normas y sus consecuencias. El cariño es fundamental y nosotros tenemos la suerte de que en nuestro colegio hay unas maestras maravillosas,por supuesto,TÙ,una de ellas,que dan cariño por doquier,desde una mirada maravillosa hasta un abrazo,pasando por un sinfin de palabras cariñosas y llenas de ternura,como si la propia mami estuviera con el niño...y todos estos gestos por tu parte hacen para mi del colegio un.lugar más seguro aún.Yo,mientras Bilal esta en el cole ,yo me quedo tranquila,porque sé que estás pendiente,no sòlo de que de que aprenda ,sino también de si se le ve triste,preocupado,netvioso,atacado etc etc.Eres un regalo para nosotros,los padres, y para nuestros chicos.Cuando ellos se hagan mayores,decaqui a nada,vendrán a visitarte. y descubrirás en ellos la recompensa de su trabajo junto con el tuyo....
ResponderEliminarQué bonito Cristina...
EliminarMe has emocionado mucho. Como siempre.
Gracias, de corazón.
En breve seguiré escribiendo sobre eso que mencionas, las normas y sus consecuencias.
Un abrazo grande.
Esta es la segunda entrada que leo en tu blog que sinceramente me ha encantado. Gracias por compartir con tus compañeros esas reflexiones que nos hacen también replantearnos nuestra actuación como educadores en la que es tan importante estar receptivos y saber escuchar. Reflexionar sobre nuestra experiencia, a la vez que acompañamos a nuestros alumnos en su desarrollo, posibilita que crezcamos con ellos también.
ResponderEliminarYo también estudié en La Salle, y como tú guardo muy buenos recuerdos de aquellos años y aquellos profesores que nos transmitieron una manera diferente de concebir la educación.
¡Hola M Ángeles!
EliminarMe alegro mucho de que te haya gustado la entrada.
Muchas veces, estos artículos en los que reflexiono sobre la importancia del respeto a los alumnos/as no tienen tan buena acogida.
Supongo que porque los profes prefieren recursos que les resulten útiles para sus clases, como juegos, canciones, etc.
¡Pero me hace mucha ilusión tu comentario! Así que, ¡muchísimas gracias!
La Salle es un gran centro universitario. Creo que los que estudiamos allí, si tenemos vocación, compartimos un sentir hacia la enseñanza y la infancia muy necesario en la escuela y en la sociedad de hoy día. ¿No crees?
Un abrazo y bienvenida.
Espero que sigamos en contacto. ;)